YOSPER, Roma – El catolicismo, una de las instituciones más antiguas y extendidas del mundo, tiene sus raíces en el cristianismo, una fe que comenzó con Jesús de Nazaret, figura central y fundador de lo que más tarde se consolidaría como la Iglesia Católica. Según la mayoría de los historiadores, Jesús nació entre los años 6 y 4 a.C. en Belén, bajo el reinado de Herodes el Grande y el emperador romano Augusto.
La historia del catolicismo está marcada por la vida y obra de Jesús, quien, según las creencias cristianas, es la encarnación de Dios. En el año 28 d.C., tras ser bautizado por Juan el Bautista, inició su misión pública, durante la cual seleccionó a doce apóstoles para transmitir su mensaje de salvación. Entre ellos destacó Pedro, a quien Jesús designó como líder de su iglesia, marcando así el inicio de la sucesión papal.
Tras la crucifixión y resurrección de Jesús, evento central en la fe cristiana, sus seguidores comenzaron a difundir su mensaje en Jerusalén y más allá. En los primeros años, el cristianismo fue considerado una rama del judaísmo, pero pronto adquirió características propias, en gran parte gracias a la labor del apóstol Pablo. Este logró ampliar el alcance de las enseñanzas de Jesús al desvincularlas de muchos preceptos judíos, lo que permitió la expansión del cristianismo entre los no judíos.
A medida que se propagaba por el Imperio Romano, el cristianismo enfrentó persecuciones debido a su oposición al culto al emperador y a las prácticas paganas de la época. Sin embargo, estas adversidades fortalecieron a las comunidades cristianas, que continuaron creciendo. En el año 313, el Edicto de Milán, promulgado por Constantino, otorgó libertad de culto, marcando un cambio significativo para la naciente Iglesia Católica.
El catolicismo como institución tomó forma en el siglo IV con la fundación de la primera iglesia oficial en Roma, bajo el liderazgo del papa y con el respaldo del emperador Constantino. Este templo, conocido como San Juan de Letrán, se convirtió en la residencia oficial del pontífice y en un símbolo del poder emergente de la iglesia.
El desarrollo del catolicismo fue moldeado por eventos como el Concilio de Nicea en el año 325, donde se establecieron doctrinas fundamentales, y por la influencia de figuras clave como los primeros papas y obispos. Para finales del siglo IV, el catolicismo había dejado de ser una secta perseguida para convertirse en la religión predominante del Imperio Romano, consolidando su estructura jerárquica y doctrinal.
El legado de estos primeros siglos continúa siendo esencial para entender la historia y la influencia del catolicismo en el mundo moderno.