
Con un diseño innovador de dos niveles, el 747 transformó la manera de viajar, ofreciendo a los pasajeros de Primera Clase un acceso exclusivo a un salón en la cubierta superior, que contaba con asientos de lujo, bar y una atmósfera de distinción.
Los interiores del avión estaban cuidadosamente diseñados con tonos cálidos de naranja y marrón, que definían la estética de los años 70.
El confort no se limitaba a Primera Clase. Los viajeros de clase Turista también disfrutaban de un servicio excepcional, con amplio espacio para las piernas y comidas servidas en porcelana y cristalería reales.
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La aerolínea ofrecía un servicio impecable, con una gastronomía gourmet acompañada de vinos selectos para aquellos que viajaban en la clase más exclusiva.
El entretenimiento era otro de los puntos fuertes a bordo. A pesar de la tecnología limitada de la época, las películas proyectadas en pantallas compartidas y las revistas a disposición de los pasajeros mantenían a todos entretenidos durante el vuelo.
Además, en una era en que se podía fumar a bordo, las zonas designadas para fumadores formaban parte de la experiencia.
El Boeing 747 fue clave en la famosa «Ruta del Canguro», la ruta internacional que conectaba Australia con Europa y Estados Unidos, uniendo continentes y culturas mientras los pasajeros experimentaban la excelencia en el aire de Qantas, cuyo icónico logotipo del Canguro Volador se convirtió en sinónimo de fiabilidad y calidad en la aviación mundial.
El 747 no solo representaba un avance técnico, sino un símbolo de la edad dorada de la aviación, una época donde volar no solo era un medio de transporte, sino una experiencia de lujo que los pasajeros atesoraban como un privilegio.